lunes, 30 de enero de 2012

¿Resulta conveniente aplicar un impuesto a la “comida chatarra”?

En los últimos días hemos sido testigos de una polémica surgida en torno a la propuesta de la organización ForoSalud para aplicar un impuesto a la denominada “comida chatarra”, ello con la finalidad de desincentivar el consumo de alimentos que pueden ocasionar serios problemas de salud, los que finalmente determinan que el Estado gaste grandes sumas de dinero en solventar servicios médicos y hospitalarios para personas que adolecen de enfermedades cardíacas, diabetes, obesidad, entre las dolencias más recurrentes.

A favor de esta posición se ha sumado el Ministro de Salud, pero de manera más activa el Viceministro de Salud de dicha cartera, quien ha salido a la opinión pública a manifestar su más decidido apoyo a la propuesta de aplicar un impuesto a la comida chatarra, la misma que ha sido definida como aquella que tiene un alto contenido de grasas, azúcares y sal, y que contiene un bajo contenido nutritivo, basado fundamentalmente en la alta incidencia entre las personas que consumen regularmente estos alimentos, de enfermedades cardíacas, diabetes y obesidad.

Se ha pretendido sustentar la propuesta de imponer un tributo a la comida chatarra, a través de experiencias similares llevadas a cabo en otras latitudes, como es el caso de Dinamarca que tiene un impuesto aplicable a las mantequillas y aceites; o el caso de Hungría, país en el cual frente a un aumento del índice de obesidad, se optó por incrementar el precio de las hamburguesas y otros alimentos de altos contenidos de sal y grasas saturadas.

En la otra acera de esta debate se han situado personajes como el reconocido chef Gastón Acurio, para quien la propuesta de aplicar un impuesto a la denominada comida chatarra sería un despropósito, ya que no hay una forma objetiva y transparente de diferenciar los alimentos chatarras de los que no lo son, tal como ha señalado en su cuenta de Twitter en los siguientes términos: “No me gusta la (comida) chatarra pero quién soy para decir que lo que no me gusta merece un impuesto. No me parece, pero respeto la opción… Ese impuesto a lo chatarra es una locura. ¿El pollo frito del mercado no es (comida chatarra), pero el pollo frito de cadena sí? ¿Quién determina eso?”.

Coincidiendo con el parecer del destacado cocinero, pero ya desde una perspectiva de Política Tributaria, el ex Jefe de la SUNAT, Dr. Sandro Fuentes considera que no tiene sentido gravar con un impuesto a la comida chatarra, resultando una pésima medida hacer Políticas de Salud Pública en base a la Política Tributaria, insistiendo en que resulta más efectivo disuadir al público consumidor de adquirir estos productos a través de campañas de difusión.

Nosotros consideramos que el tema en debate debe ser analizado desde una perspectiva eminentemente técnica, ya que el peso de las opiniones ha estado girando en torno a la determinación de lo que sería considerado como comida chatarra (1), así como de la conveniencia de mejorar los hábitos alimenticios de nuestra población, pero no nos hemos detenido a analizar cuál debe ser el rol que incumbe al Sistema Tributario (2) en este tema.

En efecto, la doctrina ha insistido en que todo Sistema Tributario que se precie de ser racional, debe propender a la obtención de la Seguridad Jurídica, mecanismo este último que se yergue como elemento esencial de la promoción de las inversiones y de la iniciativa privada en nuestro país, lo que finalmente genera riqueza y mayores ingresos tributarios para el Perú; sin embargo, el hecho de crear tributos no con fines recaudatarios sino con fines extrafiscales (cambiar los hábitos de consumo), además de hacer más caótico nuestro ya enrevesado Sistema Tributario, generará más de un problema de aplicación práctica la determinación de “lo gravado”, hecho que terminará condenando al fracaso a esta propuesta.

Finalmente desde esta tribuna, consideramos que la medida más adecuada para modificar y/o morigerar los hábitos de consumo de nuestra población, es la de implementar campañas para difundir las ventajas de consumir una alimentación sana y balanceada, ya que en último término es al particular –y no al Estado–, a quien corresponde tomar la decisión de consumo dentro de una economía social de mercado.


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(1) Y esto adopta una perspectiva muy delicada, si tenemos en cuenta que varios de los platillos más representativos de nuestra muy querida comida peruana, podrían entrar en la categoría de la comida chatarra.

(2) La doctrina es unánime en definirlo como el conjunto de tributos vigentes en un país en un momento histórico determinado.